1 de marzo de 2011

Vida salvaje

La niebla lame los matojos marchitos que crecen desafiando la gravedad en las laderas rocosas de las montañas. Avanza imparable con su marcha lúgubre ocultando los últimos rayos de sol.
Las liebres apuran su último vocado sin percatarse de que dos ojos ambarinos las vigilan desde el aire. Una fuerte corriente ascendente mantiene al águila suspendida sin necesidad de ayudarse con el batir de sus alas. Sus pupilas enfocan con precisión su próxima presa mientras, con un giro repentino, cae en picado hacia el suelo.
La suerte está echada...

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